lunes, 2 de noviembre de 2009

La ignominiosa luz sexual,
de tus labios inocentes, encandila
sosegada a temperatura ambiente.
Y aquí entre las estrías de nubes
grises, encuentro una sensación
de mascullar sobre los ojos de los cocodrilos,
para rasgarlos,
destruirlos
y no recordarlos.
Aun que el dulce aroma de tu piel,
empalague los quejosos sentidos
posicionados en ángulos silenciosos,
callados,
escondidos,
bajo mascaras felices,
de viejas delectaciones vedadas.