sábado, 2 de febrero de 2013

Todo comenzó cuando descubrí que la vida era interesante
que dormir era un regalo
 y que tengo una fijación por tus enfermedades
que caminar por las calles
que reconoce mi memoria por costumbre y no por nombre
son una especie de dimensión desconocida
que he ignorado mientras
escucho una estación de radio con una locutora no muy brillante.
Los breves espacios de tiempo y los cronocopios,
así como las lúgubres fotografías que no he tomado,
junto con el rap que he corregido
 [como quien corrige las palabras poniéndole o quitándole una tilde]
son importantes reconocimientos que no existen
para los que no han imaginado nunca
 un viaje a Sudamérica,
que encuentran ecosistemas
como paisajes sin apreciar
y que desgraciadamente
han besado con los ojos semiabiertos o semicerrados.
Mi amor
no se puede tocar
no se puede violar
ni ultrajar
ni sumergir
ni explicar
ni opacar
ni enlistar.
Mi poesía
no se desgarra
no se vive
no se reproduce
no se muere
no se dedica.
Mis cuadernos en cambio
se maltratan escribiendo en ellos
como quien escribe historias y luego las multiplica
como quien termina algo antes de empezarlo
así como quien baja las escaleras a medianoche
para tomar un vaso con agua y tiene lagañas pegadas a los ojos
y un perro curioso
que espera atento en el patio
por una caricia improvisada.
Porque esto, aquello y el otro
es similar a una rodilla lastimada
o a una espalda operada
que hereda la cicatriz más hermosa
que vas a encontrarte en los álbumes de las cicatrices y relojes en la muñeca.
Porque ni esto, ni aquello es sobre los placeres
los castigos, las listas,
los amores, los dolores,
la mente fracturada,
el corazón atarantado o sobre la mujer que solo tiene un día de descanso.

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